LEYENDAS
EL PALACIO DE LOS VÉLEZ
Existe en la ciudad de Jaén un interesante edificio del siglo XVII, que
cuenta con una hermosa fachada, decorada con escudos nobiliarios y con un
recoleto jardín, que es conocido como Palacio de los Vélez, en la actualidad
sede del Colegio Oficial de Arquitectos de Jaén.
Se encuentra este Palacio junto a la calle Valparaíso, conocida
popularmente como Callejón de la Mona.
Nos cuenta una leyenda, que habitaba en este palacio una muy ilustre y
adinerada familia de Jaén.
Se dice que esta familia vivía entre grandes lujos, con una profusa
decoración en todo el palacio.
Tenía esta familia una hermosa hija, de bellísimos ojos claros, pelo
rubio platino, blanca piel y contorno perfecto. Reunía las mejores virtudes
que pudiera ostentar una doncella casadera de la aristocracia del momento,
pues era bondadosa, prudente, además de caritativa en extremo con los más
desfavorecidos.
Esta hermosa dama, acostumbrada a tratar a todo el mundo como a iguales,
sin darle importancia a su clase social, portaba en su cotidiano vivir la
sencillez propia de una santa.
Hablaba con gran modestia, a pesar de su
elevada posición, con doncellas, labriegos o pedigüeños, a los que nunca
negaba una limosna y a los que gustaba ayudar en lo que podía, sin negarse
jamás a escuchar sus numerosos problemas. Esta actitud hizo que conociera de
primera mano las grandes necesidades de las clases más humildes del Jaén de
aquellos tiempos.
El padre de la hermosa joven presumía de ella en los foros políticos o
económicos en los que solía participar. Ostentaba de su hija aún más que de
las inmensas riquezas que en tan gran número poseía.
La madre hacía gala de las virtudes de su hija ante todas las damas
aristocráticas de la ciudad, mostrándola, cuando paseaban juntas, como el más
valioso de los tesoros que había en su casa.
Todos los más ricos y apuestos galanes de la ciudad, la observaban
intensamente cuando paseaba con su madre por la Plaza de Santa María, quizá
para asistir a misa en la Catedral, o simplemente dando un paseo por
cualquiera de las calles o plazuelas cercanas a su Palacio.
Muchos fueron los pretendientes de la aristocracia jiennense que
aspiraron a obtener su mano. Incluso se cuenta, que numerosos fueron los
nobles de otras ciudades que pretendieron casamiento con la hermosa joven.
Un día, la hermosa dama, con su habitual sencillez, entró en una extensa
conversación con un plebeyo, posiblemente un criado de la casa. Lo cierto es
que era un hombre joven de clase humilde. La inocente muchacha entabló una
gran amistad con el humilde joven y halló en él una serie de grandes
virtudes, que no había conocido antes en la mayoría de los grandes nobles con
los que habitualmente se relacionaba.
La chispa del amor hizo mella en el corazón de ambos jóvenes. La hermosa
aristócrata y el humilde plebeyo, como en otras historias de amor, quedaron
prendados el uno del otro y no pudieron evitar el comienzo de un hermoso
romance. Unidos por el más secreto de los amores, disfrutaron durante un
tiempo el uno del otro, hasta que llegó el momento fatídico para ambos.
Un día, el orgulloso padre de la joven dama, descubrió esta relación
amorosa, que para él era una verdadera humillación y vergüenza, razón por la
que de inmediato pensó en aplicar una drástica solución.
Una gran desgracia se ciñó sobre la enamorada pareja. El padre decidió
encerrar a su hija en la alcoba más alta de una torre que en aquel entonces,
tenía el palacio de los Vélez, pero no pensó en un encierro temporal o
llevadero, sino en emparedarla, levantando un muro en la puerta de la alcoba
y dejándola absolutamente incomunicada con el exterior. Se dice que tapió
incluso la ventana, dejando un pequeño orificio por el que apenas entraba el
aire a la habitación.
No se arrepintió la joven de su amor por el plebeyo, quedando pues
marcado su destino. Quedó emparedada por su enfurecido padre, en la alcoba de
la mencionada torre.
Desde entonces, dicen que olvidaron a su hija, como si hubiera muerto,
dejándola encerrada e incomunicada, para que nadie supiera de la grave
afrenta que, según sus padres, había hecho la joven dama a su noble casa.
Nos cuenta esta leyenda que el joven enamorado, transido de dolor, acudía
todos los días al pie de la torre donde estaba encerrada la joven, y que
ella, a través del pequeño orificio que tenía en la pared de su prisión,
lanzaba a la calle mensajes de amor al plebeyo, escritos en las hojas de un
libro de oraciones, único bien que sus padres le dejaron en tan penoso
confinamiento.
Para escribir en sus páginas, con una astilla de madera se pinchaba un
dedo, utilizando a falta de tinta, su propia sangre.
Nadie supo más de esta historia. Cuentan que posiblemente murió encerrada
y olvidada de todos, en aquella oscura y triste torre. Solo le quedó la
ilusión de escribir mensajes al plebeyo que había ocupado su corazón de forma
tan intensa.
Aún hoy, hay quien dice, que el fantasma de una hermosa joven rubia y de
ojos claros, pasea su tristeza por las salas del Palacio de los Vélez, quizá
deseando encontrar al plebeyo enamorado, al que nunca ha podido olvidar, a
pesar de los siglos transcurridos.
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Nuestro
Padre Jesús Nazareno
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Es la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, actualmente ubicado en la
Catedral de Jaén, una de las más veneradas de la ciudad. Larguísimas son las
filas de miles de nazarenos, que en la madrugada del Viernes Santo, siguen a
Jesús en el camino hacia el Calvario.
Hermosas estampas de la Semana Santa andaluza y jiennense son las de esta
procesión, que tiene como uno de los más bellos momentos la salida de Jesús
por las puertas de la Catedral, instante en el que las luces de la plaza de
Santa María desaparecen, para dar paso al Abuelo iluminado en una de las
estampas más esplendorosas de su extenso itinerario.
Es la única imagen de la ciudad que cuenta con la dignidad de Hijo
Predilecto, y cuelga de sus manos una gran llave, copia de la que daba acceso
a un hospital, en el que entrando la imagen de Ntro. Padre Jesús, se cortó
milagrosamente un gran brote de peste que asolaba la ciudad en el siglo XVII.
Nos cuenta sin embargo una leyenda, que podemos colocar entre las más
conocidas de la ciudad, que hace muchos años, un hombre anciano, cansado de
un largo viaje, derrengados los pies de tanto caminar, se acercó hasta una
blanca casería cercana a esta ciudad, conocida como Casería de Jesús, y encontró
en la puerta de la misma a un labrador, al que pidió asilo para descansar esa
noche del largo viaje que estaba realizando.
Lo acogió generoso el labrador, que ofreció al anciano viajero todo
aquello que a su alcance tenía. El caminante, al acercarse a la entrada de la
casería, fijó su vista en un leño de grandes proporciones.
Comentó al hombre de la casería que él, con ese madero, sería capaz de
hacer una hermosa talla de Jesús en un solo día. Solo necesitaba para
realizar la escultura que le dejaran trabajar tranquilo en alguna habitación
solitaria de la casa.
El labrador, ilusionado por la idea, rápidamente le ofreció el tronco
para que hiciera con él lo que decía. Le agradó al buen hombre la posibilidad
de convertir en talla un madero que no le era de utilidad. Le aseguró además,
que de ser cierto lo que decía, sabría agradecer su trabajo.
Dispuso entonces el labrador que se trasladase el enorme tronco a una
cámara pequeña y angosta de la casería, donde con el leño quedó encerrado el
anciano viajero.
Allí pasó el abuelo toda la noche. Ni un solo ruido perturbó la tranquilidad
de los campos cubiertos por la oscuridad. Pasó también toda la mañana
siguiente, sin que se escuchara el más mínimo sonido procedente de aquella
habitación de la casa.
Preocupados los habitantes de la casería, por el tiempo pasado sin acusar
ruido alguno, subieron sigilosos y se decidieron por fin a abrir la puerta de
la pequeña habitación. Sobrecogidos por el asombro y el temor, descubrieron
la escultura más hermosa que jamás habían visto. Era el primer milagro de
Nuestro Padre Jesús Nazareno.
La Casa de
los Rincones y las leyendas de los Ibn Shaprut.
La familia de los ibn Shaprut, descendientes del mismísimo profeta Moisés
según la tradición de la época, es la familia giennense de la que provenía el
célebre cortesano judío Hasday ibn Shaprut, natural de Jaén y que alcanzó las
más altas dignidades en la corte de los califas Abderramán III y Alhakam II.
El saber de este judío giennense fue tan enorme, que no han sido pocas
las leyendas que han circulado a su alrededor.
Una de las más famosa, cuenta que el gran Califa Abderramán III llegó a
la ciudad de Jaén, camino de Córdoba, cuando fue mordido por una víbora
venenosa.
Según esta leyenda el Califa encontró en Jaén a Isaac ibn Shaprut, un
célebre médico judío local, que fue capaz de medicinarle contrarrestando el
mortal efecto de la picadura de la serpiente venenosa y, quedó tan
agradecido, que se lo llevó a su palacio como médico personal.
Otra leyenda relacionada con esta familia la encontramos en Jaén, en la
Plaza de la Magdalena, donde según una antigua tradición se ubicó la casa
donde vivieron los miembros de este ilustre linaje. Se trata de una casa que
tiene actualmente en su fachada una Estrella de David, que muchos no dudan en
atribuir al origen judaico de la familia que allí vivió. No obstante, todo
esto es una antigua tradición.
La casa actual, se halla en el
lugar donde antaño se ubicó la conocida como "Casa de los Rincones"
o "Casa de las Almenas", donde la tradición ubica un interesante
episodio del dueño del inmueble con el Rey Pedro I.
Cuenta la Leyenda, que el Rey visitaba la
ciudad de Jaén de incógnito, en
un momento difícil, pues su vida corría peligro por las guerras que mantenía
con su hermanastro.
El dueño de la casa descubrió que era el rey de Castilla porque a este le
crujían las canillas, (cosa sabida por todo el vulgo) y, entonces, decidió
vigilar toda la noche, en un rincón junto a la alcoba donde dormía el rey,
con una tizona en la mano.
Al despertar y descubrirlo de esta guisa, el rey y su acompañante
pensaron que era un traidor pero, pronto descubrieron que, en realidad, el
hombre estaba vigilando la seguridad de su monarca y, por eso, le ofreció dar
lo que le pidiera en agradecimiento.
El hombre le pidió agua y almenas para su casa, que era entonces un signo
de distinción social. Fue así como la casa pasó a llamarse la “Casa de los
Rincones” o “Casa de Las Almenas”.
Además el rey, le dio el apellido "Rincón", por haberlo
vigilado desde aquel lugar para proteger su vida.
EL FANTASMA DEL NIÑO DE LA CATEDRAL
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Cuentan
nuestros paisanos, que en entre las naves del monumento más importante de
nuestra provincia, la Catedral, habita el espectro de un niño de unos 10 o 12
años que deambula por el templo.
Se dice que
muchos son los que lo han visto, hasta se comenta que el anterior obispo de
la diócesis D. Santiago García Aracil, fue testigo de esta presencia.
Lo que sí es
cierto es que la historia circula desde antaño por la ciudad.
Se cuenta que
en una Semana Santa alrededor de 1950, un niño que estaba subido a una
estructura esperando ver salir a Nuestro Padre Jesús, resbaló cayendo
al suelo, falleciendo a consecuencia del golpe.
Dicen que
cuando queda muy poquita gente y hacia la hora del cierre del templo, que
coincide con el caer de la noche, se suele oír el llanto de un niño
repetidas veces, que siempre parte de la zona del coro, notando las
personas a su alrededor una ráfaga de
viento gélido que hace erizarse la piel. En ese momento se ve la
silueta de un niño correteando por las grandes naves del
templo, en dirección hacia la sacristía. Este niño viste
con unos pantalones cortos con tirantes y una camisa blanca.
Parece que
tiene predilección por la imagen de la Virgen de las Angustias, ya
que cuentan que cuando esta imagen está en su trono, para su desfile procesional de Semana Santa,
varios han sido testigos y no en pocas ocasiones, de como un niño levanta los
faldones del paso y se mete debajo de este.
Cuando las personas que han tenido esta visión se asoman
debajo del paso para reprender al niño, se han encontrado que
no había nadie debajo de éste.
También se
cuenta que el sacristán de la Catedral, a la hora del cierre y
haciendo su ronda para asegurarse que no hay nadie en el templo, ha visto a
este niño corriendo hacia la sacristía. De la misma manera, cuando este hombre ha
ido hacia allí para advertir al niño que correteaba por esa
zona, se ha encontrado con dicha estancia vacía.
LOS ÁNGELES DE LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS
Una mañana del año 1667 llegó a Jaén un escultor llamado Antón acompañado
de su esposa y dos pequeños hijos gemelos. Encontraron vivienda en una modesta
casa de la Magdalena, pero los vecinos se extrañaban, pues la mujer y los niños jamás salían a la
calle.
Antón comenzó a trabajar como escultor en las obras de la Catedral. Salía
por las mañanas temprano y regresaba a casa a la noche. Tenía un carácter muy
reservado y procuraba no mezclarse demasiado con la gente. Evitaba conversar
con nadie y siempre caminaba en solitario por las calles menos transitadas.
Nadie conocía nada acerca de su vida o su familia. Pero a pesar de ello, su
trabajo con la piedra y la madera era exquisito y muy admirado, así que la demanda
del mismo fue aumentando al igual que su fama.
Sin embargo, una noche desapareció con la familia sin dejar rastro. Los
vecinos dijeron que habían escuchado fuertes gritos de gente en la casa, así
como galopar de caballos y tropel de lucha. Algunos dijeron haber visto a Antón
aquella noche corriendo desesperado hacia la puerta de Martos tras el rastro de
una gran polvareda.
Un día, unos diez años después de aquellos hechos, volvió a verse a Antón
por Jaén. El hombre tenía muy mal aspecto y había envejecido mucho más de lo
normal para su edad. Mostraba claros signos de sufrimiento en su rostro.
Antón fue al convento de los Carmelitas Descalzos, donde se conservaban
varias obras suyas, y pidió asilo a cambio de trabajo. El padre superior
accedió, y se convirtió en la única persona con la que Antón cruzaba algunas
palabras.
Después de mucho tiempo y con gran paciencia, el superior logró que Antón
relatara todo lo ocurrido.
El hombre contó que había sido hecho prisionero cuando prestaba servicio en
un barco de guerra español y conducido a tierras africanas donde estuvo
prisionero cuatro años. Cuando lo dejaron en libertad le dieron la opción de
regresar a su tierra, pero él no contaba con medios económicos para hacerlo, así que se puso a trabajar en casa de un rico
musulmán.
Allí conoció a la hermosa hija de éste y se enamoró de ella, siendo su amor
a su vez correspondido. Pero por supuesto el padre no aprobaba dicha unión, por
lo que ambos decidieron huir juntos de aquellas tierras. Así fue como llegaron a
la Península. Primero se asentaron en Sevilla, donde nacieron sus dos hijos
gemelos, y finalmente decidieron trasladarse a Jaén.
Decidieron guardar el secreto a todo el mundo y tratar de pasar totalmente
desapercibidos por miedo a que su paradero llegara a oídos del padre de ella.
Sin embargo, ocurrió lo temido y una noche se presentaron en la casa seis
hombres armados y a caballo, los cuales, sin mediar palabra, le arrebataron a
su esposa y sus dos hijos.
Antón no podía dejar de llorar recordando aquellos amargos momentos y las
caras de dolor de su familia. Decía tener grabados en su mente los rostros
contorsionados por la pena y las lágrimas de sus dos pequeños hijos.
Había buscado a su familia hasta la extenuación, pero todo había sido en
vano. El padre superior se quedó muy acongojado al conocer la triste historia y
trató de darle todo su apoyo para ayudarlo a soportar el día a día.
Antón comenzó a trabajar en un precioso retablo para la Virgen de las
Angustias, pero en sus ratos libres tallaba unos angelitos que lloraban
amargamente con gran dolor. En aquellos rostros plasmó las imágenes de sus dos
amados hijos en aquel triste momento en que fueron arrancados de su lado.
Todos en el convento quedaron sorprendidos ante la belleza y realismo de la
obra y los angelitos fueron colocados al pie de la imagen de Nuestra Señora.
Pero dos días después de bendecidos los angelitos, Antón volvió a
desaparecer. Sólo dejó una nota sobre su cama dirigida al superior.
En ella explicaba que no podía
soportar el dolor que le causaba contemplar aquellos dos angelitos y por ello
abandonaba Jaén para siempre. Nunca más se supo de él.
La princesa del palacio moro (Convento de
Santa Catalina/Santo Domingo)
En él se habla de la existencia de una
joven mora a la que dieron muerte por haberse enamorado de un cristiano.
‘’ Corría el año 1155. El rey Alfonso VII
‘El Batallador’, vino a sitiar Jaén tras haber tomado Andújar. Para ello dio
órdenes precisas a sus capitanes, a fin de que vigilaran y cerraran el paso de
los caminos que llevaban a la ciudad.
En esa ocupación se encontraban D. Fernán
Ventúrez, al que el rey encomendó la vigilancia del camino de Granada, cuando
cierta mañana decidió investigar las defensas enemigas, adentrándose por entre
las huertas que riega el arroyo de Valparaíso, burlando la vigilancia de los
soldados.
Por mala ventura, una joven mora que por
aquellos andurriales se encontraba en compañía de otras tres moritas, se topó
de bruces con el apuesto Capitán quien, sorprendido por el encuentro y por la
singular belleza de aquella joven, quedó extasiado en su contemplación, en
tanto que la moza también abrumada por la gentil apariencia del Capitán, quedo
paralizada entre el miedo y la sorpresa, desoyendo los requerimientos
vehementes de quienes la acompañaban.
D. Fernán, que estaba apostado junto a un
rosal silvestre de blancas flores, tomo una de ellas y, con un gesto enamorado,
se la ofreció a la Princesa, invitándola a que marchase junto a los suyos.
Ella, ruborizada y con sus hermosos ojos
albergando mil estrellas de amor, tapaba su rostro con una gasa transparente de
delicados bordados y pedrería, mientras caminaba despacio y sin darle la
espalda al caballero, hasta juntarse con sus compañeras, quienes, entre risas
cómplices, tomaban el camino de Jaén, volviendo una y otra vez la mirada hacia
aquel apuesto soldado que, ensimismado aun con los verdes ojos de su ya sentido
amor seguía apostado junto al rosal.
Volvió al día siguiente el Capitán a ese
lugar buscando la fortuna de encontrar la morita. En esta ocasión fue él quien
la sorprendió, ofreciéndole de nuevo una blanca rosa que permaneció unos
segundos entre las manos de ambos dos, hasta que ella la tomo para sí, besando
sus pétalos a la vez que fundía el verde mar de su mirada con la de su apuesto
doncel.
Durante tres días más se produjo el
encuentro de los dos enamorados, aumentando con cada uno de ellos el
sentimiento común que les embargaba; pero la envidia, tan mala consejera como
cruel verdugo, sentó sus reales en aquella nefasta mañana:
La princesa fue delatada por una de
sus doncellas y, apenas hubo rebasado la puerta de Granada, un piquete de
soldados la siguió hasta el árbol del amor, y sorprendiendo a los enamorados, los
prendieron y llevaron hasta el palacio real donde, a pesar de las suplicas y
llantos de la Princesa, el Capitán fue conducido inmediatamente a las mazmorras
del castillo, mientras ella era recluida en una habitación del palacio.
Transcurrían los días, y la joven
enamorada rogaba insistentemente a sus guardianes que le dieran noticias
de sus armado; pero ante el silencio de aquellos, se le turbó gravemente el
juicio y, entre llantos, pregonaba con gran vehemencia sus sentimientos.
Cierta mañana dejaron de oírse tan
sentidos lamentos. Solo se escuchaba el rastrear de una pala, echando tierra
sobre una fosa cavada en el jardín del palacio.
Desde aquel día, son muchos los que han
visto la figura transparente de una morita de ojos verdes, con gasa de
delicados bordados y pedrería sobre su rostro, pasear su pena por el claustro
del Convento, o buscar por las mazmorras del antiguo castillo, el halo de su
enamorado Capitán.’'
Mas si este relato constituye una ficción,
si es cierto que durante una visita al Archivo Histórico y, al preguntarle a la
Directora sobre la mora que se aparecía, esta nos dijo que nunca vio nada
anormal, pero que un estudioso de los que visitaban esa galería, le advirtió
con la cara pálida que nunca más subiría a la misma.
También comentó que una tarde, cuando los
albañiles se quedaron solos, salieron despavoridos del recinto tras sentir unos
escalofríos, haciéndole saber al día siguiente que nunca más volverían a pisar
aquella casa.
Es así mismo significativo el caso de un
pintor, que prefirió perder el empleo a continuar su trabajo.
Quizás viesen el reflejo de sabanas colgadas en los pisos adyacentes; pero
lo cierto es que, de cuando en cuando, se percibe un agradable olor a azahar en
el lugar; además, en cierta ocasión se tomó una fotografía al fondo del
corredor de la galería alta, apreciándose en la misma como la figura
transparente de una entidad a modo de mujer vestida con gasas o túnica oscuras,
deja ver lo que hay detrás de ella. La fotografía desapareció misteriosamente.
MUERTE DEL REY ALI EN LOS BAÑOS ARABES
Se dice que estando el Rey moro, recreándose
en los baños, a esto de las doce del mediodía, entraron tres enemigos y,
mientras uno cerraba las puertas, otro hacía lo mismo con las ventanas del
techo (lucernas) clausurando las salidas.
Se cuenta que un tercero avivaba el fuego de la caldera, con lo que se
dirigía mucho más caudal de aire caliente al entramado de conductos que hay
bajo el suelo, de tal modo que la temperatura aumentó tan considerablemente que
el pobre Alí se puso a sudar y a sudar hasta que no le quedó gota de sudor,
muriendo en aquella sala caliente de los afamados baños árabes de La Magdalena.
Es por eso
que su fantasma se siente a esa hora concreta y absorbe la energía de los
visitantes.
Otra versión
dice que estando en la sala caliente le sorprendieron los eunucos fieles a
Alhatán y le dieron unos espadazos que lo dejaron malherido, y, siguiendo una
costumbre musulmana, le dijeron donde quería ser rematado para morir, eligiendo
Alí una de las columnas de la sala templada contigua, y allí mismo en efecto
fue rematado y murió.
Hay personas
sensibles que dicen que una de las columnas en la bella sala templada emana
calor e incluso cierta energía positiva, precisamente la columna junto a la
cual la leyenda dice que el rey Alí eligió morir.
En cambio, de
la sala caliente, la que está junto a las calderas, se considera que emite
energía negativa.
Estando de
visita por los baños, muchas personas se han sentido mal, con pocas fuerzas y
algunas hasta casi se han desvanecido. Se han experimentado bajadas bruscas de
temperatura, y además alguna vez, sin motivo aparente, se han descargado
baterías de móviles o cámaras, o se han velado películas fotográficas. Es
decir, estaríamos ante casos de pérdida de energía en personas y máquinas
debido a la presencia de algunos espíritus.
Se suele
pensar, por tanto, que el fantasma del rey Alí es el que vaga por el edificio,
sobre todo por la sala templada de los baños y a la hora del “Ángelus”, las
doce del mediodía, cuando la leyenda dice que murió, absorbiendo la energía de
sus visitantes.
Quizás el caso más destacado fue aquel en el
que hace unos años unas mujeres veinteañeras que visitaban los baños formando
parte de un grupo, estando en la sala caliente vieron como un hombre vestido
con una especie de túnica o bata larga hasta los pies pasaba repetidamente por
delante de la puerta de esta sala en donde estaban, es decir, que el misterioso
hombre estaba en la sala templada, y las miraba vigilante, pero las chicas al
cruzar la puerta y asomarse para ver quién era, no veían a nadie.
Sea cual sea la identidad de la presencia fantasmal, es muy habitual en
estas estancias sentirse observado, incómodo y destemplado. A muchos turistas les ha pasado.
LA CASA DEL
MIEDO
En esta recoleta plazoleta de San Bartolomé, transcurre una curiosa
leyenda, en la que un aterrador fantasma recorría todas las noches sus losas
de piedra, en dirección a la mencionada "Casa del Miedo"
Cuando las sombras de la noche alcanzaban aquel rincón del Jaén antiguo,
los vecinos temían asomarse a las ventanas, no fuera a divisarlos la
fantasmagórica presencia y a realizar en ellos cualquier encantamiento que
los desgraciara para toda la vida.
Era más seguro cerrar postigos y puertas. Nadie tenía la valentía
suficiente para salir a la calle, en busca de aquella alma en pena que tenía
aterrorizado a todo el barrio.
Conforme pasaba el tiempo, una larga lista de sucesos en torno al
fantasma comenzó a ocupar las charlas de aquellas gentes.
Entre estas historias, se cuenta que un día, la niñera de una familia adinerada que vivía
en aquel inmueble, paseaba al bebé en
sus brazos. De buenas a primeras, tropezó cuando se asomaba al balcón de la
casa. Cayó el niño al vacío, estrellándose
contra el suelo y muriendo en el acto.
Nuevos relatos arrasaron el barrio de San Bartolomé. Los vecinos estaban
convencidos de que aquella casa era el domicilio de infernales espectros.
Posteriormente la "Casa del Miedo" albergó la sede del Catastro
de Rústicas. Afirman que muchos de los trabajadores que allí prestaron sus
servicios, fueron testigos de numerosos y extraños sucesos. Papeleras que se
movían solas, sillas que cambiaban de lugar y papeles que desaparecían,
bastan como ejemplo de lo que allí ocurría.
Estas nuevas hazañas de los espíritus ocasionaron una profunda desconfianza
hacia el encantado edificio, al que muchos evitaron acercarse durante largo
tiempo.
Hoy la "Casa del Miedo" es un bloque de viviendas. Parece que
todo permanece tranquilo y que sus fantasmales presencias la han abandonado.
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El clérigo le solicitó su ayuda para realizar una celebración en la cercana
capilla del Arco de San Lorenzo, puesto que estaba solo y precisaba de
colaboración. El joven accedió de inmediato, dirigiéndose ambos hacia el
mencionado edificio.
Una vez entraron en la pequeña y hermosa Capilla, el sacerdote se revistió
y dio comienzo la ceremonia.
En una de las genuflexiones del presbítero, el joven le ayudó sujetándole la sotana mientras se arrodillaba. En ese preciso instante apreció el muchacho que en lugar de dos tobillos lo que sobresalía por debajo de la ropa eran las canillas de un esqueleto.
En una de las genuflexiones del presbítero, el joven le ayudó sujetándole la sotana mientras se arrodillaba. En ese preciso instante apreció el muchacho que en lugar de dos tobillos lo que sobresalía por debajo de la ropa eran las canillas de un esqueleto.
Mientras el Padre seguía en su quehacer, el mozo volvió a repasar con la
mirada los espantosos tobillos, paralizado por el terror, comprobando que sin
lugar a dudas, estaba junto a un esqueleto parlante.
Pies le faltaron para salir corriendo en cuanto pudo reaccionar, preso del
pánico. Abandonó el Arco de San Lorenzo y corrió desesperado por las calles del
barrio de la Merced buscando donde esconderse de la fantasmal criatura.
El calor inundaba su cuerpo, a pesar del intenso frío reinante. Parecía que
el extraño esqueleto no le había seguido. No obstante, prefería esconderse
donde fuera, puesto que su casa estaba aún excesivamente distante de allí.
Todos los portones estaban cerrados y el maldito Sereno seguía sin aparecer por
ningún sitio.
Por fin, en su alocada carrera, vislumbró la silueta de un hombre en la Plaza
de la Merced. Se acercó hasta él sin pensarlo dos veces, en busca de
protección. Resultó ser un sacerdote, que escuchó boquiabierto el relato que el
joven le narró. Le describió detalladamente lo sucedido en el Arco de San
Lorenzo, donde había descubierto que estaba ayudando a un horrible espectro.
El cura, asombrado por el nerviosismo y la excitación del muchacho, con un
ligero destello de burla en su mirada, se alzó la sotana. En ese momento le
preguntó que si los tobillos que había visto eran como los de él, mostrándole
al aterrorizado joven unas horribles canillas descarnadas y sin vida….
Espantosa noche la de este joven en el barrio de la Merced.
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